domingo, 3 de junio de 2012

Los Gringashos y Las Gringashas un mal social (amixers)



En una de esas paradojas tan llegó-el-apocalipsis-somos-la-sociedad-del-espectáculo (tm & © MVLL), Jazmín Marquina (18) ha sido brevemente inmortalizada bajo el apelativo de “Gringasha”.
No fue sólo su noviazgo con el sicario adolescente lo que la lanzó a la fama y tampoco es la primera vez que la agitación hormonal traiciona a un maleante. Lo que convirtió a la desconocida Jazmín en la ahora célebre Gringasha fue, sencillamente, que los periodistas recibimos, gratis, mucho material para adornar las páginas policiales y justificar los minutos televisivos dedicados a la chica. Ese material era su perfil de Facebook, con una treintena de fotografías que hicieron las delicias de los medios todo el fin de semana, además de generar decenas de perfiles falsos de Jazmín, utilizando las mismas fotos para atraer a miles de súbitos fans de la novia del sicario.

Jazmín, que acaba de cumplir 18 y que presumiblemente se tomó la mayoría de esas fotos cuando aún era menor, ha dicho en televisión que no quiere que se difundan esas fotos y que por qué tanto escándalo si todas las chicas se toman fotos así. Por su lado, los psicólogos caseritos de los programas de televisión han hablado del desmedido afán de exhibicionismo de Gringasha, afán cuya inevitable consecuencía tenía que ser, según esta escandalizada visión, enamorarse de un sicario. ¿Dónde estaban sus padres?, se preguntan horrorizados.

La verdad, pocas cosas menos envidiables que tener hijos adolescentes en estos momentos en que las reglas de socialización son radicalmente distintas de lo que eran hace solo 15 años. ¿Cómo controlar el flujo de mensajes de texto entre la pareja Gringasha? ¿Quién le tenía que enseñar a Gringasha acerca de los niveles de privacidad en Facebook que le hubieran permitido proteger sus fotos de extraños, periodistas o no? ¿Si hubiese sabido cómo hacerlo, las habría protegido? ¿No era la exposición lo que buscaba en primer lugar?

Para empezar, ¿por qué se tomaba esas fotos?

La Gringasha tiene razón en algo: todas las chicas (y los chicos) de su generación lo hacen. Con mejor o peor gusto, por supuesto, y con distintos niveles de lo que mis tías llamarían “recato”. Pero, en el fondo, ¿cuál es la diferencia entre las fotos de la Gringasha y el obligado álbum en Máncora de toda chica A/B?
¿Por qué lo hacen? Porque pueden. Porque cargan consigo un celular en el que se pueden tomar diez veces la misma foto hasta que salga perfecta, porque tienen programas con qué tratar las imágenes para que queden más de acuerdo a la estética de sus pares (sean adornitos “amixer” estilo Hi5 o filtros hipster de Instagram, es lo mismo) y porque tienen un espacio virtual en el que pueden colgarlo para que todos los vean y los llenen de halagos y felicitaciones.

La peculiaridad de Gringasha consiste en ser la novia de un criminal. Las fotos son sólo alimento para periodistas, pero no son una conducta extraña, nos guste o no.

Según un estudio de Save The Children Suecia, el 47,7% de niños peruanos entre 8 y 10 años entra a Facebook (a pesar que el mínimo para inscribirse es 13 años). ¿Sabe usted el password de sus hijos, con quiénes se mensajea por celular, a quiénes acepta como “amigos”? Preste atención: Internet está llena de Gringashas pero también de Gringashos.

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